Desde el primer día en la masonería, escuchamos hablar de lo "bonito" que es el egregore de una logia o lo "pesado" que se siente al finalizar una tenida. Pero, ¿cuánto sabemos realmente sobre el Egregore y su influencia en las logias masónicas?
Primero, debemos saber de dónde proviene la palabra egregore. Procede del antiguo griego y quiere decir "despierto" o "vigilante". También se relaciona con el francés égrégore. Para el esoterismo occidental, es una entidad no física que surge de los pensamientos y emociones de un grupo de personas, y es capaz de influir en ellas.
Ahora bien, ¿cómo llegamos a este concepto de entidades no físicas? El término apareció en el Libro de Enoc, un texto judío muy antiguo, que relata la rebeldía de los Ángeles llamados "Vigilantes" (Egregores). Estos se enamoraron de las hijas de los hombres y procrearon con ellas, siendo expulsados del cielo por Dios. Esto llevó a asociarlos a distintas historias, dándoles posteriormente el nombre de Arcontes. Sin embargo, para el Hermetismo del siglo XIX, estos son muy distintos al mito original y se considera que mantienen una gran relación con los seres humanos, acompañándolos constantemente.
El francés Eliphas Levi fue uno de los grandes ocultistas del siglo XIX y el primero en aplicar otro sentido al término "Vigilante", otorgándole un sentido de pertenencia a un colectivo. Esto fue ampliamente criticado por otro francés, René Guénon, quien argumentaba que el término no era apropiado y que debía utilizarse solo con el sentido original griego de "Vigilante".
Fue Levi quien mezcló el origen del término con el antiguo latín para sostener que el egregore era una entidad colectiva creada a partir de los pensamientos y emociones de un grupo humano. Consideraba que este ente se mantenía Vigilante de sí mismo y que a su vez era reforzado por su propia energía. Él creía que eran entidades autónomas con cierta conciencia, pero no racionales, a pesar de poder influir en las personas, y que este conglomerado de energías compartido por el colectivo humano se manifestaba desde un plano astral.
En cuanto a la construcción del Egregore en una Logia Masónica, esta está relacionada con varios aspectos. Por ejemplo: cuando se funda una Logia, esta se establece con ciertas características que pueden ser de tipo astronómico, astrológico, numerológico, cabalístico, investigativo o ritualístico, entre otros. Esto determinará su existencia y afectará su conducción. Algunas logias nacen muy fuertes, otras no tanto, pudiendo permanecer así durante muchos años. De igual manera, cuando visitamos otras logias, podemos darnos cuenta de que cada una tiene sus propias características que perduran aun cuando sus fundadores ya no estén.
Algo muy importante es que el recinto logial o templo masónico (según se denomine por el rito o práctica ritual) debe ser considerado como el lugar donde habita el Egregore, el cual es formado por el pensamiento de todos y cada uno de sus miembros.
El carácter del Egregore, bueno o malo, lo determinamos los miembros de la logia. Si nos dedicamos a vibrar alto, con pensamientos positivos que busquen fomentar la fraternidad, la armonía y el estudio, crearemos un egregore elevado que incita a sus miembros a acudir con gozo a los trabajos. Si, por el contrario, creamos un ambiente de dudas, quejas, resentimientos y desconfianza, estamos generando vibraciones muy bajas que crean una atmósfera de negatividad que, a largo plazo, termina con la vida de las logias.
Ahora bien, ¿qué hacer en caso de que se genere un egregore negativo en la logia? Debemos fortalecer un egregore positivo de acuerdo con la Ley de Polaridad Hermética para contrarrestarlo, es decir, dirigirnos al polo opuesto. Mientras más fuerte sea esa proyección energética positiva, más fácil será erradicar la negatividad.
Para concluir, el Egregore tendrá el significado que se le desee dar: bien sea "Vigilante" como el antiguo griego, o "ente creado por el pensamiento" según los ocultistas del siglo XIX, o bien, no darle ningún significado por no creer en este tipo de energías. Lo cierto es que el ambiente, positivo o negativo, de nuestras logias está ligado a nuestros pensamientos y actitudes. De estos depende que nuestras logias sean un lugar cada día más sagrado y masónico, o más profano y trivial.