En este constante vaivén del tiempo, marcado por las estaciones que pasan, hay momentos especiales en que es necesario detenernos y reflexionar. El Día de Acción de Gracias es uno de esos momentos; una celebración que va más allá de lo comercial y se convierte en una lección profunda para nosotros. 

En nuestro país no es tradición celebrar el día de Acción de Gracias como en otros países, sin embargo, considero que es una excelente idea unirnos al egregor de tantas almas a nivel mundial que se reúnen, en torno a una mesa con el firme propósito de agradecer los favores recibidos y de compartir los frutos de nuestro esfuerzo.

En el silencio que precede a la celebración, el masón encuentra la primera piedra para edificar su agradecimiento: el autoconocimiento. Antes de hacer una lista de nuestras bendiciones, es esencial mirar hacia adentro, a la luz de la Llama Triangular. ¿Hemos utilizado la regla de 24 pulgadas para medir nuestras acciones con rectitud? ¿Hemos trabajado en nuestra piedra bruta, eliminando los vicios de la queja y la ingratitud? La verdadera gratitud surge de este examen personal, de reconocer que somos arquitectos imperfectos, pero siempre avanzando hacia la Luz.

Así, la gratitud se convierte en un deber activo, no en una simple aceptación de lo bueno. Así como las herramientas simbólicas nos enseñan bajo su axioma, no podemos ser solo receptores; también debemos ser canteros activos en la construcción del templo de la humanidad. 

Agradecer por el pan en nuestra mesa implica la responsabilidad moral de extender la mano a aquel hermano que se encuentra en la oscuridad de la necesidad y el hambre. Valorar el refugio de nuestro hogar significa trabajar para que todos tengan un lugar donde sentirse seguros. En esta noche festiva, nuestra abundancia personal se transforma en responsabilidad social, y la caridad deja de ser una virtud abstracta para convertirse en pan compartido y consuelo en el momento adecuado.

La propia mesa alrededor de la cual nos reunimos es un símbolo poderoso, todos en familia, sentamos en igualdad, dejando de lado las diferencias y celebrando nuestra unidad.