En el compendio de virtudes destacadas por nuestro Venerable Hermano Benjamin Franklin, la Moderación brilla con luz propia, erigiéndose como una de las más importantes para construir una vida plena, caracterizada por el equilibrio, el balance justo y la armonía.
En un mundo donde los extremos parecen dominar muchas de nuestras decisiones, aprender a practicar la Moderación se convierte en un acto de sabiduría y autodisciplina. Esta virtud, que ha sido valorada por pensadores y líderes a lo largo de la historia, encuentra en Benjamin Franklin uno de sus más destacados defensores. Franklin, un hombre de principios firmes y mente brillante, incluyó la Moderación en su lista de trece virtudes esenciales, destacando su importancia para el desarrollo personal y la convivencia armoniosa.
En estas breves líneas, se explorará el significado profundo de la Moderación, su relación con otras virtudes y su relevancia en la vida cotidiana y en el ámbito masónico, así como establecer cómo esta práctica no solo ayuda a controlar los impulsos, sino también guiar la conducta hacia un equilibrio que beneficia tanto a nivel individual como colectivo.
¿Qué nos enseña Franklin sobre la Moderación?
Benjamin Franklin entendía la Moderación como una práctica que va más allá de la simple abstinencia. No se trata de privarnos de todo, sino de aprender a disfrutar con sensatez. Por ejemplo, comer y beber con moderación nos permite cuidar nuestra salud sin renunciar al placer de una buena comida. Del mismo modo, dedicar tiempo al descanso es necesario, pero convertirlo en pereza puede ser perjudicial. Franklin nos invita a trabajar con dedicación, pero sin caer en la esclavitud del trabajo excesivo.
Para Franklin, la Moderación era una forma de mantener la armonía entre las distintas áreas de la vida: la salud, el estudio, el servicio a la comunidad y el desarrollo espiritual. Al practicarla, no solo cuidamos nuestro cuerpo y mente, sino que también fortalecemos nuestro carácter y nuestra capacidad para tomar decisiones sabias.
Un Eje de Equilibrio
La Moderación, en el contexto de las virtudes franklinianas, se define como la capacidad de controlar nuestras pasiones y deseos sin reprimirlos por completo. No se trata de negar el placer, sino de asignarle un lugar adecuado en nuestra vida. Es encontrar el equilibrio entre lo que queremos y lo que necesitamos, entre el deber y el disfrute.
Esta virtud está estrechamente relacionada con otras como la Templanza, la Frugalidad y la Resolución. La Templanza nos ayuda a moderar nuestros impulsos, la Frugalidad nos enseña a usar nuestros recursos con prudencia, y la Resolución nos impulsa a perseverar en nuestras metas. Juntas, estas virtudes forman un carácter mesurado, capaz de actuar con serenidad y propósito.
Fortaleciendo la Hermandad
En el ámbito masónico, la Moderación cobra especial relevancia. Un Hermano que practica esta virtud sabe escuchar antes de hablar, juzga con cuidado antes de opinar y busca mantener un diálogo ecuánime, lejos de fanatismos o extremismos. Este comportamiento no solo promueve la armonía dentro de la Logia, sino que también fortalece los lazos de fraternidad.
Nuestra Orden tiene como objetivo formar seres humanos libres y de buenas costumbres, capaces de contribuir al bienestar de la sociedad. Cuando la Moderación guía nuestras acciones, evitamos disputas innecesarias, respetamos las ideas de nuestros hermanos y encontramos soluciones que benefician a todos.
Un ejemplo práctico de esto podría ser un debate en la Logia sobre mejoras en la administración. Un Hermano moderado escuchará atentamente todas las posturas, valorará cada contribución y evitará que las emociones tomen el control. Su objetivo será alcanzar un consenso basado en la razón y el respeto mutuo.
La Moderación, como virtud, encuentra una profunda consonancia con las virtudes cardinales de la Masonería: Templanza, Fortaleza, Prudencia y Justicia. En primer lugar, la Moderación está estrechamente ligada a la Templanza, ya que ambas buscan el equilibrio y el control de los excesos, ya sean emocionales, físicos o materiales. La Fortaleza, por su parte, se complementa con la Moderación al enseñarnos a perseverar sin caer en la obstinación o el fanatismo, manteniendo un enfoque sereno y equilibrado. La Prudencia, como virtud que guía nuestras decisiones, se enriquece con la Moderación al evitar que nuestras acciones se vean influenciadas por impulsos desmedidos. Finalmente, la Justicia se beneficia de la Moderación al fomentar un trato equitativo y mesurado hacia los demás, lejos de extremos que puedan generar desequilibrios o conflictos. Así, la Moderación no solo es compatible con las virtudes cardinales, sino que actúa como un puente que las conecta, reforzando su aplicación en la vida cotidiana y en el camino masónico hacia la armonía y el crecimiento personal.
Moderación para una Vida Equilibrada
La Moderación es una guía que nos ayuda a caminar por la senda del equilibrio. Como nos enseñó Benjamin Franklin, vivir con Moderación implica reconocer los límites entre lo necesario y lo excesivo, aplicando la prudencia en cada decisión.
Es momento de preguntarnos: ¿De qué manera podemos moderar nuestros impulsos en el día a día? ¿Cómo mantenemos un balance entre el deber y el placer, el esfuerzo y el descanso?
Si hacemos un uso consciente de nuestras energías y deseamos el bien de todos, nuestra influencia puede transformar tanto la Logia como la sociedad en su conjunto. Que esta virtud oriente nuestras acciones y nos inspire a cultivar un carácter íntegro y sereno.
Para concluir, recordemos las palabras de Franklin: "Nunca exageres, ni provoques pasiones fuertes en la tranquilidad de tu mente, pues el corazón sereno discierne la verdadera sabiduría."
Practiquemos la Moderación como una herramienta de crecimiento personal y fraternidad.
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Este artículo se deriva de una presentación compartida en el Programa "Las 13 Virtudes de Benjamin Franklin" , ofrecido por la Buena Vista Lodge N° 116 entre el 01-02-2025 y el 28-02-2025.